lunes, junio 05, 2006

 
El juego de los espejos: Una historia secundaria

En mayo de 1988, se produjo la última gran manifestación secundaria en
tiempos de dictadura. Nos tomamos varios liceos y ocupamos las calles
del centro de Santiago. La consecuencia colectiva fue ayudar al retorno
a la democracia; la individual de aquella jornada, mi expulsión del
Liceo Amunátegui y una contundente golpiza de parte de Carabineros.

Hace 18 años, nos convocó la voluntad de votar NO en el plebiscito de
octubre y así terminar con la dictadura militar. Hace 18 años,
seguíamos siendo invisibles para quienes asumieron la transición
democrática. Hace 18 años, éramos los niños/jóvenes de Actores
Secundarios. Hoy somos hombres visibles e incómodos.

Nuevamente el mes de mayo nos asalta el corazón y nos regala una de las
luchas sociales más hermosas de la democracia reciente. Ayer, nuestro
imposible era la caída de Pinochet; hoy, el imposible de los
secundarios es la justicia social educativa.

Aunque es diferente el contexto en que se desarrolló el movimiento de
los ochenta, con los secundarios actuales nos hermana el espíritu de
cambio, de justicia y la capacidad de articular acuerdos entre los
diferentes actores políticos y sociales que dan vida a las
organizaciones. Nos hermana la edad: los tiernos 16 que nos remecen,
que nos aplastan, que nos regalan valentía y entusiasmo. Nos hermana la
insolencia hacia un universo adulto, confuso y mezquino; nos hermana
esa sensación de que se juega la vida en cada una de las acciones que
se realizan; nos hermana la seguridad de que el protagonismo es
colectivo y no una carrera individual.

La dictadura nos dio una mala vida, nos empujó a defender un bien
primario: la vidase nos iba y para otros se fue. Nos impulsó a ocultar
los rostros y a asumir una vida clandestina. Nos negó la posibilidad de
ser alegres sin que la culpa nos sorprendiera en la noche. La dictadura
nos obligó a ser urgentes en nuestras reivindicaciones.

La democracia nos mostró un mundo posible que se frustró - “yo prefiero
el caos a esta realidad tan charcha”...- y entonces nos fuimos
decepcionados a los quehaceres ciudadanos: profesión, trabajo, hijos y
quizás algo más. Y entonces… nos dijeron que el orden establecido, tal
vez podría ser reformado, pero que en su esencia era inamovible.

Hasta que llegaron ellos: unos chiquillos, unos cabros chicos GRANDES,
y nos hicieron envidiarles los 16 años que cubren con sus uniformes
escolares. Y le dijeron a la sociedad aletargada, que era posible ser
más democrático e instalaron las asambleas como órganos
resolutivos;que las representaciones institucionales son obtusas y
mandaron pa’ la casa a los partidos políticos; que ningún orden
ilegitimo es incólume y lograrán cambiar los cimientos del sistema
educativo; que la frescura y la inteligencia, en esta pasada, es
adolescente y ordenaron a la autoridad; que de la movilización social
surgen los cambios favorables a los sectores más desposeídos.

Los secundarios de hoy son los responsables de que la sociedad chilena
toda logre unirse en torno a un anhelo común: educación de calidad para
todos.

Hace 18 años que no podía decir gracias a un puñado de actores sociales
que se las jugara por sus –nuestros- intereses. Y hoy, en los últimos
días de mayo, esas “GRACIAS” tienen nombres: César, Karina, Juan, María
Jesús, Víctor, Constanza, Diego y Paula, entre tantos otros nombres
-estos últimos cuatro, mis sobrinos en la toma de sus
colegios-:GRACIAS.

Hoy no sólo han dado ejemplo de organización, franqueza, inteligencia,
justeza, flexibilidad y decisión; también están mostrando un camino
ético y estético que al país liberará del smog.



Dino Pancani Corvalán

Periodista

(opinion entregada en secretaria del comando)

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